La meditación no busca dejar la mente en blanco, sino entrenarla para observar con claridad y amabilidad.
Numerosas investigaciones en psicología y neurociencia muestran que una práctica constante de meditación puede reducir los niveles de cortisol, mejorar la regulación emocional y aumentar la sensación de bienestar general. No se trata de una solución rápida, sino de un entrenamiento sostenido de la atención.
Meditar favorece el autoconocimiento, permite responder en lugar de reaccionar y desarrolla una relación más compasiva con uno mismo. En contextos clínicos y educativos se utiliza como complemento eficaz para prevenir el estrés y promover la resiliencia.
Incluso unos minutos diarios de atención plena pueden marcar la diferencia. La clave está en la constancia y en no juzgar el proceso: cada respiración consciente es una oportunidad de volver a ti.